fuente de la imagen: http://bit.ly/2eNMKQy

Comprar en el supermercado: una experiencia que comparten muchas personas en todo el mundo.

Niños de todos los lugares y generaciones han entrado en este lugar casi mágico para ellos, sentados en el carrito empujado por sus padres o abuelos, yendo de estantería en estantería hasta llegar a la caja, donde los comestibles acaban en la cinta y de ahí en las bolsas, listos para ser retirados.

Esta experiencia ha permanecido sustancialmente sin cambios durante décadas y sólo en los últimos años está experimentando importantes cambios. Por cierto, para los que quieran profundizar en la historia del «carrito de la compra» hay una entrada realmente interesante en la Wikipedia.

Algunas cadenas, en algunos establecimientos, han introducido cajas automáticas de «autoservicio» en las que los compradores hacen la compra ellos mismos y pagan la cuenta (aunque a mucha gente no le gusta este método); otros establecimientos están experimentando con cajas automáticas que embolsan automáticamente las compras.

Alguien ha ido más allá, hasta el punto de imaginar (y probar) tiendas sin cajas registradoras como Amazon con su Amazon Go (aunque hay problemas de «aglomeración» por resolver…) y entre ellos también hay una startup italiana, que está desarrollando tecnologías ad hoc en esta dirección.

No sólo está cambiando la experiencia de compra: tras la epopeya de los hipermercados, tiendas que se extienden hasta donde alcanza la vista y en las que se puede encontrar prácticamente cualquier cosa, hoy en día incluso el tamaño y la distribución de los supermercados están cambiando, y los operadores del sector favorecen las superficies pequeñas y medianas que están más cerca del consumidor (el llamado supermercado de proximidad).

El objetivo, para todos, es intentar que el comprador haga cada vez menos esfuerzo, poniéndole en situación de hacer sus compras con la mayor facilidad posible.

Entre las innovaciones de este sector, el uso de máquinas expendedoras inteligentes para vender productos alimenticios es sin duda una de las más significativas e impactantes.

Cuando pensamos en una máquina expendedora, probablemente la primera imagen que nos viene a la cabeza es la de la «máquina» de refrescos en la que se introduce la moneda, se teclea el código del producto deseado y un mecanismo (no demasiado sofisticado) «deja caer» la bebida.

La clásica imagen que todos tenemos en mente de la máquina expendedora: hoy, sin embargo, ya no es sólo eso (fuente de la imagen: http://bit.ly/2eKghai)

Normalmente, ésta reacciona al choque haciendo espuma cuando se abre, a veces con efectos tragicómicos. Imagina que en lugar de una lata o una botella hubiera huevos…

Sin embargo, las máquinas expendedoras más avanzadas de hoy en día son mucho más eficaces que eso. Juguemos en casa y tomemos como ejemplo nuestros Smart Stores WIB: gracias a un mecanismo de manejo patentado son capaces de manipular incluso las cosas más frágiles, desde botellas de cristal hasta huevos, de forma natural y sin causar ningún daño.

Pero la adopción de una máquina expendedora inteligente como canal de venta no es la única ventaja: pensemos en la posibilidad de comprar (y, por otro lado, vender) 24 horas al día, 7 días a la semana o, gracias a la conexión a Internet y a las aplicaciones adecuadas, la posibilidad de separar el momento de la elección del de la recogida.

La máquina expendedora que construimos para un proyecto de compras 24 horas de Despar

Por ejemplo, podemos elegir qué comprar cuando estamos en nuestra pausa para comer o en el tren de vuelta del trabajo, y decidir recoger nuestras compras más tarde, quizá cuando la tienda «tradicional» ya esté cerrada.

En este caso pueden ser interesantes tanto las soluciones específicas como las mixtas, por ejemplo las taquillas «click & collect» en las que podemos recoger nuestra compra ya gestionada, preparada y embolsada por el personal de la tienda antes del cierre.

La recopilación de datos sobre el uso de estos servicios permite a la tienda de comestibles afinar la elección de los productos que se ponen a la venta, mejorando tanto la experiencia de quienes compran como el rendimiento económico de su inversión (especialmente cuando se trata de productos frescos).

La integración de máquinas expendedoras inteligentes y taquillas de paquetes inteligentes puede ayudar a los minoristas a estar aún más cerca de sus clientes, por ejemplo, ubicando uno o varios dispositivos en las inmediaciones de la tienda, en centros de oficinas o a lo largo de puntos de tránsito importantes (como una salida de metro, una calle con un aparcamiento conveniente, etc.): de este modo, la cobertura de una zona determinada puede ser aún más amplia, sin que ello suponga grandes inversiones.

Por cierto, trasladar una máquina de este tipo en caso de que se encuentren zonas más adecuadas es, sin duda, más sencillo, rápido y barato que desmantelar un taller y reconstruirlo en otro lugar.

Nuestra máquina expendedora ha sido elegida por Coop para poner en marcha el servicio de recogida de compras en 24 horas

El uso de este tipo de dispositivos no sólo es útil en las zonas urbanas: incluso en las zonas residenciales de baja densidad, la opción de colocar, por ejemplo, una taquilla refrigerada para paquetes, puede ser una opción estratégica para poner a disposición de la compra productos frescos, quizás de «kilómetro cero», sin tener que comprometer a una persona para custodiar la mercancía.

Gracias a la posibilidad de ver en todo momento la disponibilidad de los almacenes de los distintos dispositivos y de recibir notificaciones para cada pedido, es muy fácil saber cuándo hay que intervenir para recargar el almacén con los productos adecuados: una operación que en el caso de las máquinas WIB dura unos minutos, gracias a una optimización del proceso de recarga.

Ya hemos escrito en otro post sobre cómo los minoristas pueden aprovechar las máquinas expendedoras inteligentes para contrarrestar el llamado «apocalipsis del comercio minorista»: muchas de las ideas aportadas son también válidas para la compra de alimentos.

Mientras tanto, también crece el reparto a domicilio, un servicio que representa lo último en comodidad, sobre todo cuando el tiempo de entrega es especialmente corto o cuando los artículos comprados son muy pesados, como en el caso de las botellas de agua, los detergentes, etc.

La contrapartida es el coste que debe afrontar el consumidor por este servicio, que incluso cuando se declara como «gratuito» en realidad, más allá de subvenciones puntuales (a menudo los nuevos operadores para adquirir cuota de mercado «drogan» las ventas incluso con pérdidas, un mecanismo sostenible sólo a corto plazo), se diluye en el coste de los productos individuales adquiridos.

También en este caso, la entrega en puntos de recogida locales podría resultar un compromiso ganador entre la comodidad y el coste del servicio.

Así pues, si gracias a todas estas innovaciones tecnológicas y logísticas es posible reducir las existencias no vendidas y, en consecuencia, el desperdicio de alimentos (afortunadamente objeto de una reciente intervención normativa: la llamada Ley Gadda), ¡todos saldremos ganando!